A no rendirse, ni en la vida, ni en el cine

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27 de abril de 2025 Hora: 14:05

Aún estoy aquí obtuvo para Brasil su primer Óscar como mejor película internacional, aunque hasta última hora no hubo una favorita, algunos de los que apostaron un premio para Emilia Pérez, otra de las cintas que más sonaban, quedaron resignados.

La película brasileña Ainda estou aquí, relata la historia de una familia en plena dictadura militar del país (1964-1985), bajo la dirección de Walter Salles. En la ceremonia de premiación, Salles dedicó el Óscar a Fernanda Montenegro y Fernanda Torres, “mujeres perdidas por un régimen autoritario que deciden no rendirse”.

Es la historia de una madre que en 1971, se ve obligada a reinventarse cuando la vida de su familia se ve destrozada por un acto de violencia arbitraria durante el control cada vez más estricto de una dictadura militar en Brasil.

Inspirada en el libro homónimo de Marcelo Rubens Paiva, hijo del congresista, retrata el impacto de la pérdida de Paiva en su esposa, Eunice, y sus cinco hijos en Río de Janeiro en la década de 1970, durante los años de chumbo (años de plomo, como se conoce a los peores años de la dictadura en Brasil). 

Del novelista y dramaturgo Paiva, narra cómo su madre se vio obligada al activismo político cuando su marido, el diputado izquierdista Rubens Paiva, fue capturado por el gobierno durante la dictadura militar, destituido y arrestado en 1971 y reportado como desaparecido. Uno de los episodios más emblemáticos de violaciones de derechos humanos en la historia de Brasil. Su muerte, confirmada sólo 40 años después, sigue hasta el día de hoy sin que los responsables hayan rendido cuentas. 

El certificado de defunción del exdiputado Rubens Paiva, torturado y asesinado durante la dictadura militar brasileña (1964-1985). Las propias oficinas de registro afirman en este documento que la muerte fue “no natural; violenta; causada por el Estado brasileño en el contexto de la persecución sistemática de la población identificada como disidente política del régimen dictatorial instaurado en 1964.

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Paiva nunca regreso a su casa, fue sacado de su domicilio en Río de Janeiro por agentes de la dictadura militar brasileña el 20 de enero de 1971; 25 años después su certificado de defunción no indicaba la causa de la muerte.

El caso fue revisado más de medio siglo después de la desaparición del diputado federal Rubens Paiva durante la dictadura militar. La casa de los Paiva se convirtió en el reducto de desconexión del director Salles. 

Entre tanto, unos años antes, la familia de Salles, en vista del panorama, se marchó a Francia, pero el director terminó regresando en 1969 aunque, para su lamento, su país había dejado de ser el que era. “Era el contrapunto a lo que sucedía en el resto de Brasil. Allí se hablaba de política abiertamente y se respiraban los movimientos culturales que la dictadura había censurado. Se discutía sobre el Cinema Novo. Había una efervescencia cultural”, explico el director de la película. 

Marcelo escribió el libro cuando su madre estaba en el abismo del Alzheimer. Por eso para Salles, la palabra clave es Memoria. Marcelo  entendió que su país estaba empezando a perder también su memoria colectiva, subrayó Walter Salles. “La extrema derecha regresaba a Brasil, lo que hizo que entendieran que no era solo una película sobre nuestro pasado, “era una película sobre nuestro presente, lo que creó un sentido de urgencia en el proyecto”.

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El filme se ha estrenado, cuando Brasil ha votado por Lula da Silva, mientras el resto del mundo aúpa a líderes de extrema derecha. “La fragilidad de la democracia, diría que a nivel universal, no la podríamos haber anticipado”, dice y apunta a un segundo motivo por el que la gente se ha emocionado con el filme, y es que “todo el mundo sufre diferentes formas de pérdida, ya sea una pérdida personal o una pérdida debida a algún tipo de injusticia política”, dijo el director de cine al periodista Javier Zurro.

Recordamos a Walter Salles por Estación Central de Brasil y Diarios de motocicleta). Aún estoy aquí, ganadora del Goya a la mejor película Iberoamericana, del Globo de Oro a Fernanda Torrres, la mejor actriz; premio al mejor guion en Venecia y candidata a 3 Oscar (mejor película, mejor película internacional y mejor actriz protagonista), quien nos ofrece una de las cintas más emocionantes del año.

Aunque la dictadura brasileña no podría emularse con los estimados 40.000 chilenos detenidos y torturados, ni con los más de 3.000 desaparecidos y muertos, durante la junta militar de Augusto Pinochet de 1973 a 1990, el libro “O Brasil contra a democracia” (2021), basado cientos de documentos descalificados en Brasil, Chile y Estados Unidos, afirmó que la dictadura militar brasileña prestó servicios esenciales para facilitar el golpe de Pinochet en 1973 y ayudarle a instalar un régimen de terror.

El sanguinario torturador -a propósito el héroe de Bolsonaro- general Carlos Alberto Brilhante Ustra, comandó el Destacamento de Operaciones Internas (DOI-Codi) de São Paulo entre los años 1970 y 1974, durante la dictadura militar. Fue acusado por la Fiscalía Federal por implicación en delitos de asesinato, como del militante comunista Carlos Nicolau Danielli, secuestrado y torturado en las instalaciones del disuelto órgano de represión.

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En mayo de 2013, Brilhante Ustra compareció a una sesión de la Comisión Nacional de la Verdad, y pese al habeas corpus que le permitía permanecer en silencio, Ustra respondió a algunas preguntas, refiere la Agencia de Brasil.

Entonces negó haber cometido cualquier delito y dijo que recibió órdenes de sus superiores en el Ejército para hacer lo que hizo, y que sus acciones al frente del órgano tenían como objetivo combatir el terrorismo. A pesar de sus declaraciones, las instalaciones del DOI-Codi fueron identificadas por militantes de extrema izquierda, como centros de tortura durante la dictadura militar.

La Junta Militar brasileña no tenía nada que envidiar a la CIA en su afán por desestabilizar el gobierno de Salvador Allende, fomentar una sublevación contra el presidente democráticamente elegido y entrenar a policías en técnicas de tortura y asesinato, según los documentos obtenidos por el periodista Roberto Simon.

“Diversos agentes secretos a Chile disfrazados de turistas -fueron enviados por los militares brasileños en 1971- para obtener información sobre las regiones en las que una guerrilla (contra Allende) podía operar”, describe el libro O Brasil contra a democracia.

También relata el periodista Andy Robinson, que después del golpe del 11 de septiembre de 1973, fue enviado un equipo de agentes del servicio de inteligencia desde Brasil a Santiago de Chile, bajo el mando del Coronel Sebastião Ramos de Castro, del Servicio Nacional de Información (SNI). 

Estos agentes secretos de Brasil, participaron en los interrogatorios de presos en el Estadio Nacional en Santiago de Chile, donde miles de personas fueron torturadas y ejecutadas. Igualmente la junta brasileña, entrenó a integrantes de la DINA o policía secreta chilena, proporcionó ayuda económica y créditos por más de 1.000 millones de euros a la dictadura de Pinochet.

Los agentes brasileños con el fin de derrocar a Salvador Allende, prestaron apoyo logístico al grupo terrorista Patria y Libertad, mientras el general Emilio Garrastazu Médici se reunió con Richard Nixon en Washington y le aseguró que Brasil haría todo lo posible para derrocar al gobierno socialista “por las mismas razones por las que Goulart fue derrocado en Brasil”. 

La conversación entre Richard Nixon (presidente de los EEUU) y William Rogers (Secretario de Estado) (7 de diciembre de 1971, 18h51), lo demuestra:

Rogers“Creo que el propósito de Garrastazu Medici es una buena idea. He pasado un rato muy agradable con él durante la comida, y…”
Nixon“Es un gran tipo, ¿no cree?”
Rogers “Sí, desde luego. Es formidable que esté de nuestra parte”.
Nixon“Es un tipo duro, ¿verdad? ¿Sabe lo que le digo? (risas) …ojalá estuviera al cargo de todo el continente”.

Promovido por los Estados Unidos de América en 1964, un golpe militar puso fin de forma dramática, al «gobierno de las reformas sociales» del presidente João Goulart. 

Comenzaba para Brasil uno de los períodos más oscuros de su de historia, hasta el año 1985. La dictadura dejó una pesadilla entre los brasileños, evidenciada en una profunda huella en la política, en la economía y en la propia la sociedad donde dejó marcadas diferencias socio-económicas a las que dio lugar. 

En este oscuro escenario, el general Emilio Garrastazu Medici es uno de esos personajes mas notables. Presidente de Brasil entre el 30 de octubre de 1969 y el 15 de marzo de 1974 y protagonista de una época que ha pasado a la historia como «los años negros de la dictadura» (os anos negros da dictadura).

El Ejército se negó a reconocer su responsabilidad en el asesinato del político, aunque comenzaron a aflorar detalles sobre la muerte de Pavia, en el marco de procesos penales y de la Comisión Nacional de la Verdad (2012), para investigar las violaciones de derechos humanos de ese periodo. 

Aunque los militares brasileños que participaron en crímenes dentro y fuera de Brasil disfrutan de una absoluta impunidad y no se han visto forzados a responder por sus acciones, mientras afirman que el golpe de 1964 fue en defensa de la democracia.

En febrero de 2025, la Corte Suprema de Brasil acordó por unanimidad analizar nuevamente la aplicación de la Ley de Amnistía, aprobada durante la dictadura y anunció que analizará la denuncia contra cinco militares acusados de matar a un exdiputado durante la dictadura, caso en el que se inspira la película ‘Aún estoy aquí’.

Desde hace décadas, los familiares de las víctimas piden revisión de esa ley, para que no cubra violaciones graves de derechos humanos, como la tortura, el asesinato o la ocultación de cadáveres. Pese a los avances, el paradero del cadáver de Rubens Paiva sigue sin conocerse y vuelve a estar sobre la mesa tras el éxito de ‘Aún estoy aquí, historia del horror expresado con serenidad.

Autor: Rosa María Fernández